Supongo que más de una vez te has visto en esta situación. Esperando unos resultados. En mi caso, esto se ha estado dando como cada dos meses. Recuerdo con especial dureza los de la operación de junio, aunque en ese caso fue a la salida del quirófano, cuando los médicos salieron a decirnos que la opereación habia salido bien, pero que por el aspecto era malo y que tenía afectada la vena axilar. A estas alturas, y habiendo aprendido un poquito de medicina, sabía perfectamente lo que eso significaba,
Pero de lo que te quiero hablar hoy es sobre la espera, cuando después de hacer la prueba de turno, te dicen amablemente que ya te llamarán. Muchas veces me han dado ganas de decirles : "¿Hola? ¿Hay alguien ahí con un poquito de sensibilidad?". Pero lo que haces es dar las gracias y volver a tu casa a analizar escenarios posibles. Las primeras veces confieso que era una agonía, ni mencionábamos el tema, de vez en cuando comprobábamos que el teléfono de casa funcionaba, siempre había alguien pendiente por si sonaba, y cada vez que lo hacía, descolgábamos con el corazón en un puño, hasta que por fin eran "ellos" y nos daban cita con el cirujano, el oncólogo o el especialista que tocase. Llegado el día D, sin pegar ojo la noche anterior, llegábamos por fin a la consulta y escuchábamos las malas noticias. Si, en nuestro caso eran siempre malas o no muy buenas. Entonces volvíamos a casa, aun más deprimidos, pensando en cómo afrontar la siguiente etapa.
ERROR! Así no hay quien viva!
No podía hacer nada para cambiar los resultados, lógicamente, y tampoco por cambiar el sistema sanitario, entonces, ¿Qué podía hacer para llevar mejor la espera? Dejar de esperar e informarme. Me explico, estuviéramos o no pendientes del teléfono, nos iban a avisar si o si, por lo que daba igual si el día que se alineaban los astros y recibíamos la llamada, estábamos encerrados en casa, pegados al teléfono. Si fuera cuestión de vida o muerte, está claro que se molestarían en buscarnos, y si no, pues qué más nos daba un día antes que uno después, en realidad no cambiaba nada. Por otro lado decidí informarme siempre del peor escenario y darlo por verídico, para lo cual hablaba previamente con los médicos en el momento que nos mandaban la prueba que hiciera falta. Ver posibles pasos y hablarlo con naturalidad en casa. Y, por encima de todo, aprender a valorar la situación actual, porque, venga lo que venga, aun está conmigo y le tengo en casa. ¿Hasta cuándo? Pues no lo sé, pero lo que si tengo claro es que no voy a desperdiciar un minuto pensando en lo que viene, porque entonces dejaré de disfrutar lo que tengo ahora. Esto hizo que, además de poder asumir con más calma y con más tiempo lo que pudiera pasar, se "naturalizara" la situación. Tanto para mi, como para mi padre y mis hermanos, la espera empezó a ser mucho más llevadera. Y si las noticias eran buenas... Ole! Pues esa alegría que nos hubiéramos llevado, de nada habría servido angustiarse.
Hay cosas contra las que no puedes luchar y es muy importante que no pueda contigo. Busca lo que puedes cambiar, controlar o mejorar, y con lo que no puedas, asume y vive, que por mucho que pienses que la situación es horrible, SIEMPRE puede ser peor ;-)
Si quieres contarme algo no dudes en escribir!
No hay comentarios:
Publicar un comentario